Cada día vienen a mi consulta mujeres, con el deseo de superar su depresión o aprender a controlar sus arranques coléricos. Creanme, siempre estoy a la expectativa de que llegue ese momento y un pequeñísimo temblor me mueve todo el cuerpo. Me digo, «vale, paciencia, estás preparada para esto». Y comienzo entonces un proceso muy suave con mis clientas. No las llamo pacientes, sino clientas. Porque para mí ellas no padecen de una enfermedad psicológica, sencillamente están respondiendo ante la Vida con las estrategias que tienen, las cuales a veces son verdaderas muestras de inteligencia.

Y como decía, empiezo un proceso suave, el de ayudarlas a descubrir que esa Ira y esa Depresión no son sus enemigas. Y las estimulo a que honren y traten a su síntoma como a un muy estimado visitante. Su síntoma salvador.

Esto les resulta chocante, la mayoría de las veces. Y además en la red, y entre los profesionales de la psicología hay un sinnúmero de consejos de cómo superar la Ira, y de cómo pensar en positivo. Y yo vengo a decirles que esa Ira es una fuerza maravillosa y que la Tristeza es el salvavidas que les ha lanzado la vida antes de que se ahoguen. Y verdaderamente no se trata de que se apeguen a la Ira para siempre, ni sucumban a la tentación de sumirse en la Tristeza para el resto de sus vidas. Se trata más bien de que reconozcan que esos síntomas no llegan porque a una le falte un tornillo en la cabeza, sea débil, se apegue innecesariamente a su niña interior, ni tenga que aprender a ser más práctica. Esas cosas que las amigas, a las cuales van corriendo o con las que hablan horas al teléfono, suelen decir.

No se trata de que les falte nada; al contrario, se trata de que su fuerza autosanadora ha venido a rescatarles de esa guerrera interior que todas tenemos dentro, esa que podía con todo, aunque saliera llena de heridas y que se volvía a levantar una y otra vez para dar la batalla cotidiana de amar, alimentar, demostrar ser parte de esta sociedad, funcionar y lidiar con el resto de la familia.

Entonces es importante ver que no hay que combatir el síntoma; sino preguntarle qué es lo que ha venido a decirte; así de esa forma molesta, ya que antes no querías escuchar. Hay que aprender a mirar hacia sí misma y ver dónde no te sientes reconocida, dónde estás dando de más, desde cuándo renunciaste a uno de tus deseos más queridos por satisfacer otros más pedantes y que además no son tuyos, cuánto espacio le has dejado a esa partecita importante de tu Psique que se llama Libertad, Libertad de Ser. Y hasta a veces hay que mirar si no es que tu pareja te aburre hasta los huesos.

Ah, esta es la parte más difícil. Porque no por gusto, tu psique ha tenido que mandarte una fase depre, o hacer de tí una Cruela Devil, para que finalmente mires, allí donde no querías mirar. Esta es la parte más fuerte, porque cuando una mira hacia el lugar correcto no se sienten estados depres, ni arranques coléricos, se siente una Tristeza profunda, de esas que duelen físicamente en la zona del corazón. Este es también el momento más hermoso, en un acompañamiento psicológico, y es el momento en que me permito no ser solo la psicóloga que maneja un determinado método, sino un ser humano, una mujer exactamante igual a esas que tengo delante. Y a veces también salen mis lágrimas sin evitarlo, y si es posible ofrezco un abrazo fraternal a mi clienta. La acompaño, porque para cuando llega ese momento ya entre las dos hemos hecho el trabajo de rebuscar cuántas fortalezas, habilidades, valentías, sí la definen como Mujer.

Se habla mucho de que en estos tiempos modernos se sufre más de depresión, y de otros muchos trastornos psicológicos. Yo me pregunto desde cuándo el Ser Humano ha tenido que buscarse estos Salvadores enmascarados para que vengan en forma de síntoma a obligarlos a detenerse, a hacer un alto en lo vertiginoso de sus vidas, pagando a veces el precio tan alto que conllevan los llamados trastornos psicológicos.

Me pregunto si tendrá que ver con que hemos olvidado el aspecto cíclico de la vida. Dejamos de observar la luna, los altos edificios no nos dejan ver por donde sale el sol, ni por donde se oculta, vamos a playas hermosísimas llenas de sombrillas de color naranja, pero no sabemos observar cuándo está subiendo la marea. Será que nos pasa así, también con los eventos vitales? Olvidamos que las cosas tienen un principio y luego un fin, y que eso es hermoso porque es el ciclo de la vida. Olvidamos que no podemos chascar los dedos para que las cosas lleguen, porque las cosechas más deliciosas hay que sembrarlas, cuidarlas y luego esperar la época de la recolección. Y olvidamos también que cuando estamos tristes, podemos llorar. Que tenemos ese producto tan mágico que sale de nuestro cuerpo cuando estamos tristes, las lágrimas. Que no es un delito estar triste porque algo acabó, no se tuvo, no se logró, sino que es un espacio de recojimiento que te permite sentir y ser plenamente consciente y que te permitirá fortalecerte para nuevas Alegrias.

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